El consumo de drogas en la Guerra de España(1936-1939) / Drug use in the Spanish War (1936-1939)

Today’s post is an article (in Spanish) from publico.es dedicated to the Drug use in the Spanish War (1936-1939). The article is an interview to historian Jorge Marco about this topic. You can find the original article here: https://www.publico.es/politica/drogas-guerra-civil-franquismo.html

La entrada de hoy es un artículo aparecido en publico.es sobre el consumo de drogas durante la Guerra de España(1936-1939). Se trata de una entrevista al historiador Jorge Marco que en su día escribió un libro ‘Paraísos en el infierno. Drogas y guerra civil española’ (Comares) y pongo aquí en este blog para vuestra lectura.

HENRIQUE MARIÑO

@SOLUCIONSALINA

Los borrachos eran señalados con el dedo en la retaguardia republicana, despreciados por entregarse a los efluvios de Baco mientras los milicianos arriesgaban su vida en el frente. Tampoco gozaban de prestigio los falangistas que se ajustaban el correaje para pegar unos tiros y luego regresar a los bares de sus localidades a ponerse ciegos. La propaganda de ambos bandos durante la guerracensuró el consumo desmesurado de alcohol, si bien los defensores del Gobierno legítimo atacaron con mucha más dureza esa práctica, sobre todo si tenían edad militar y habían evitado el fragor de la guerra.

El Luchador se burlaba de los «héroes del bar» que combatían en «el frente del… mostrador», mientras que el Comisario General de Guerra advertía en 1937 que si los soldados estaban ebrios era imposible que cumpliesen con su deber: «Difícilmente podrá un combatiente meter un tiro en la cabeza del enemigo que avanza si por cada enemigo ve dos o tres y no sabe cuál de ellos es el verdadero». Empinar el codo implicaba el riesgo de que se fuesen de la lengua, por lo que tanto las autoridades civiles como las militares consideraban el alcoholismo como «el mejor aliado de la quinta columna», en referencia a los «enemigos emboscados» en la zona republicana.

José Millán-Astray y Francisco Franco, declarado abstemio (en teoría), llegaron a prohibir el alcohol en la Legión porque lo consideraban un «veneno» que alentaba la indisciplina y las deserciones, pero tuvieron que recular por las protestas, de modo que los legionarios podían beber a placer siempre que permanecieran firmes y bravos. Tenían, pues, que «aguantar como un hombre», una máxima que fue «la raíz de la masculinidad combatiente chulesca y castiza», en palabras de Jorge Marco, autor de Paraísos en el infierno. Drogas y guerra civil española (Comares), donde subraya que, frente a ese «signo de virilidad combatiente», fueron los católicos los que criticaron sin ambages los lingotazos.

Aunque la propaganda y la realidad diferían, la prensa rebelde también atacó a los «zánganos» que «derrochaban valor» en los bares, sobre todo los jóvenes. «No sabían hacer otra cosa que apurar cañas de cerveza y vasos de licores exóticos, aplaudir en el cine escenas de guerra y lucir trajes dernier cri para cautivar corazones de niñas frívolas», criticaba en 1937 el Servicio de Propaganda de la FET y de la JONS (el partido único) de Soria. «Hay una enorme contradicción entre los discursos y las prácticas», explica a Público Jorge Marco, quien considera que, pese a la inviabilidad de imponer una Legión abstemia, los sublevados fueron más pragmáticos.

«Todas las ideologías, pese a ser distintas, eran utópicas, por lo que intentan construir un modelo del hombre en el contexto de la guerra. Pero cuando proyectaban el ideal se encontraban con que la realidad era muy sucia y difícil de disciplinar, por lo que se inician unos procesos de negociación. En el caso español, fueron más eficaces los franquistas, porque tenían una visión práctica. Los republicanos, lo consiguieron en cierta medida, aunque no de una forma tan sofisticada como los franquistas, porque les costaba más desprenderse de sus ideales», afirma el historiador.

Así, los anarquistas se empeñaron en censurar el alcoholismo, como rezaba un cartel del Comité Regional de Juventudes Libertarias del Centro, que abogaba por cerrar los abrevaderos porque «el bar anquilosa, es el vivero de la chulería» y «la taberna atrofia y degenera el espíritu combativo». En busca del «hombre nuevo», un propagandista calificaba al borracho como un «perro rabioso» y como un «parásito», por lo que concluía que debía ser eliminado. Aunque había excepciones, incluso entre anarquistas abstemios como Juan Oliver, quien después de beber como un cosaco en un cafetín escribía en Umbral: «Al fin se terminó todo lo que había de bebible y de comestible y no recuerdo que uno solo de los obreros llegara a emborracharse».

Según Jorge Marco, lo que venía a decir en el fondo es que «el ardor revolucionario y sus ideales hacían que los hombres, pese a ingerir todo el alcohol del mundo, no terminaran ebrios». De hecho, El Sindicalista publicaba en 1936 un artículo para fomentar el suministro a los combatientes: «¡Todo para las trincheras! Que no nos quede una botella de coñac, de ron, de ginebra en las tiendas ni en los cafés. Que todo sea para el frente». Mientras, el Comité Nacional de Mujeres Antifascistas difundía en La Unión un mensaje que animaba a enviar a los luchadores contra el fascismo «una botella de coñac y una buena manta de abrigo».El 5º Regimiento de Milicias Populares, organizada por el PCE, trató en cambio de prohibir el consumo, pero terminó sirviendo vino en las comidas y cerveza en los momentos de asueto. Otro frustrado intento de dar ejemplo, encarnado en Julio Mangada, combatiente en Guadarrama y héroe de la defensa de Madrid. Abstemio, el militar republicano organizó una recepción en agosto de 1936 para celebrar el freno al fascismo donde brindó por primera vez con alcohol. Tras un gesto de desagrado, dijo irónicamente: «Como verán ustedes, me cuesta menos trabajo pelear contra los fascistas que beberme un poco de vino». Esa era la figura del soldado que quería implantar el Ejército Republicano, aunque la tentativa fue en vano, pues los grados infundían valor en la tropa al tiempo que servían para olvidar las penas.

«Así, fue distribuido de forma abundante para que los soldados entrasen en combate», explica el profesor de Historia y Política en la Universidad de Bath. «En la retaguardia del bando republicano estaba mal visto, por lo que los jóvenes debían estar a la altura de quienes se sacrificaban en el frente y trabajar para el esfuerzo bélico. El miliciano era prioritario, un héroe, mientras que la figura del chulo y el castizo franquista asumió legitimidad pese a no ser respetable, pues el modelo de masculinidad debía representar la salud, el control y la fuerza física. Sin embargo, ese ideal chocó con la realidad, porque los combatientes estaban a otras cosas. Y, en la práctica, fue la masculinidad predominante, cuyo lema podría haber sido Somos tíos con huevos que sabemos beber».

Paraísos en el infierno refleja como la mayoría de los combatientes se valieron del alcohol «para suprimir emociones como el miedo, el estrés, el aburrimiento, la tristeza y la extenuación; para combatir necesidades y sensaciones fisiológicas como el dolor, el hambre, la sed, el calor y el frío; y para adquirir coraje y energía», escribe Marco. «Con similares propósitos hubo combatientes que se autoadministraron morfina y cocaína, aunque su número fue mucho más reducido. En un contexto de guerra total, donde sobre la población civil recaía el peso del esfuerzo bélico, al mismo tiempo que vivía bajo la tensión de los bombardeos, los asedios militares y la amenaza de la ocupación, su consumo de diferentes sustancias psicoactivas también fue recurrente ya fuera para adquirir energía o para anular emociones como el miedo, la tristeza o el aburrimiento».

No obstante, el consumo de drogas duras fue anecdótico en comparación con el alcohol, la que más estragos causó según el historiador, quien calcula que durante la guerra el número de alcohólicos en ambas zonas aumentó en medio millón. Marco también deja claro que no hubo un bando más «sano» que otro, si bien todos los dirigentes trataron de proteger la reputación de los suyos y, por extensión, de sus causas. Por ello, la farlopa y la morfina eran un tabú, por lo que su consumo no terapéutico fue ocultado para no dar munición propagandística al enemigo. «Como consecuencia, las referencias a la morfina y la cocaína en la propaganda republicana e insurgente fueron escasas en contraste con la saturación de mensajes existentes en torno al alcohol«, escribe el profesor de la Universidad de Bath.

«Ninguna de ellas, además, se atrevió apenas a denunciar su uso entre los combatientes, a pesar de que era un fenómeno conocido en ambos ejércitos. En la zona republicana los discursos antidroga se utilizaron para disciplinar a su propia retaguardia, pero sobre todo fue una herramienta para denigrar al enemigo. En el caso de la propaganda sublevada el silencio sobre el uso de estas sustancias en sus filas —incluida la retaguardia— fue absoluto, por lo que empleó los atributos negativos de la morfina y la cocaína para atacar exclusivamente a su adversario», prosigue Marco, quien subraya que los Estados Mayores no promovieron su consumo, como sí ocurrió con las anfetaminas durante la Segunda Guerra Mundial.Curiosamente, la prohibición de las drogas obedecía a la respetabilidad burguesa, pero luego también a la revolucionaria. «Es un fenómeno que se produce desde finales del siglo XIX, cuando la burguesía impone unos modelos de masculinidad muy fuertes para diferenciarse de la nobleza y la aristocracia, aunque también de las clases populares, a quienes estigmatizan», razona Marco. «Sin embargo, ese mensaje será adaptado a la cosmovisión del movimiento revolucionario para estigmatizar a la burguesía, que sería la clase decadente», añade el investigador, quien anteriormente había profundizado en el estudio del maquis, cuyo fruto fue el libro sobre los hermanos Quero, unos guerrilleros de leyenda.

El mito de las anfetaminas

Varios estudiosos y médicos afirmaron que España fue el primer país que consumió anfetaminas, sobre todo en la Marina, para mejorar el rendimiento de los soldados, pero Marco explica a Público que los rumores respondían a una mala traducción de un texto del psiquiatra exiliado Emilio Mira, quien había sido jefe de los servicios psiquiátricos del Ejército Popular de la República. Un artículo publicado en 1942 tras participar en unas conferencias en Nueva York llevó al equívoco, pues sostenía que Benzedrine —consumida por británicos y estadounidenses, frente al Pervitin empleado por los nazis— era «un método deseable para combatir la fatiga durante batallas de larga duración». Sin embargo, se refería a la guerra entre los aliados y las potencias del Eje, no a la española.

«No me consta el consumo de anfetaminas porque no hay evidencias y porque esas sustancias se empezarían a fabricar a partir de 1938 en EEUU y en Alemania, las dos grandes industrias farmacéuticas de la época, mientras que aquí era nula. Y si se hubiese producido, hablamos de un hecho excepcional, cuya decisión fue adoptada autónomamente por los oficiales», añade el profesor de Historia y Política en la Universidad de Bath. «En cambio, sí hay constancia del consumo de morfina y cocaína sin aprobación médica entre combatientes de ambos ejércitos por iniciativa propia. Algunos soldados, ya fuera por experiencias previas o por conocer de segunda mano los efectos de estas sustancias, solicitaban a los médicos de su unidad que se las suministraran».

No obstante, el consumo de farlopa en el frente no era muy habitual porque, además de su alto precio, escaseaba. «Podías encontrarla en los botiquines y se usaba, cuando no había otros medios, como anestésico local, pero no era un producto con gran presencia en el frente», matiza el autor de Paraísos en el infierno. En cambio, fue frecuente el consumo de morfina durante y después de la contienda, pues los soldados se engancharon por un uso médico. El opiáceo se empleaba en ambos ejércitos para paliar el dolor causado por las heridas y durante la recuperación, lo que provocó un aumento significativo de morfinómanos, incluidos los médicos militares que se la autosuministraban porque conocían la dosis adecuada para provocar el efecto deseado y, dada la facilidad para obtenerlo, no levantaban sospechas.Aunque el investigador Juan Carlos Usó ha sostenido que «parece ser que las drogas circularon abundantemente en las trincheras de ambos bandos», Marco apela a la prudencia y considera que no fue un hábito extendido entre los tres millones de soldados. Para ello, se vale de estudios de militares y médicos de la época, que le han llevado a la conclusión de que ese supuesto consumo masivo es una apreciación exagerada. En todo caso, los psiquiatras franquistas López Ibor y Vallejo Nájera afirmaban que se había producido un incremento de las toxicomanías en ambos ejércitos. El primero lo atribuyó a «las condiciones extremas del conflicto bélico —el miedo, el agotamiento, el tedio en las trincheras y el padecimiento de los heridos—», mientras que el segundo justificó la dependencia tras el uso terapéutico.

El psiquiatra González Duro, por su parte, señala al miedo y la represión como causas y pone como ejemplo a un enfermo que en los años cuarenta arrastraba una dependencia después de haberse inyectado morfina y cocaína a diario para sobrellevar la guerra. El uso terapéutico del opiáceo era tan habitual que Dionisio Baños recordaba en el libro Naturalidad extremeña. Memorias de un miliciano que «en todos los sitios lo primero que hacían era ponerme una inyección», algo que no rechazaba ningún herido que soportase fuertes dolores. Aunque hay excepciones, como Jakob Lurie, voluntario de las Brigadas Internacionales, quien se negó a que le inyectasen morfina pese a que llegaron a amputarle una pierna. Según este polaco judío y socialista, «no quería hacerme dependiente».

Marco subraya que en la retaguardia el consumo de morfina y cocaína era más habitual en las grandes ciudades bajo control republicano —Barcelona, Madrid y Valencia—, como lo había sido antes de la guerra, mientras que en la España rural, en manos de los fascistas, no se dio porque todavía no habían penetrado, aunque sí en San Sebastián, Sevilla, A Coruña, Mallorca y, posteriormente, Bilbao. «En todo caso, el tabú social que suponía su consumo suprimió prácticamente todo rastro de evidencias», explica el profesor de la Universidad de Bath, quien recuerda que tanto los combatientes como los civiles se proveyeron, al margen del sistema oficial, a través del mercado negro, lo que representó un grave problema para las autoridades republicanas e insurgentes.

El consumo de cocaína y morfina en la retaguardia

Antes del golpe de Estado de 1936 el consumo por parte de la población civil tenía como escenario los ambientes bohemios, como el barrio chino de Barcelona, donde la cocaína recibió denominaciones coloquiales como mandanga, coco o nievita. Pese a que no era un fenómeno extendido, su uso en los locales nocturnos tenía mucho que ver con la Primera Guerra Mundial, que provocó el éxodo de refugiados a la Ciudad Condal, como sostiene Juan Carlos Usó. A los cabarés del Paral·lel también llegaron mujeres procedentes de Francia, Alemania o Italia, acompañadas por su afición a la farlopa y a la morfina, una droga que también importarían los españoles que habían luchado en Europa. A todos ellos habría que sumar los voluntarios de la Legión Extranjera que combatieron en Marruecos, enganchados al opiáceo desde que habían resultado heridos.

«Gracias a este calmante, no nos arrancábamos los vendajes, para dejarnos morir por las heridas. Después de la estancia en el hospital, con varias dosis de morfina diaria, al salir estaba intoxicado. Han sido millares los hombres que se han acostumbrado a la morfina en los hospitales de sangre. Luego, los ricos, los que tenían familia que los cuidara y que los vigilara, se pusieron en cura y se desintoxicaron. Cuando volvimos a España con una gloriosa herida y un vicio tal vez glorioso también, puesto que fue contraído al servicio de la Patria, la gente nos despreció y nos consideró como unos seres abyectos. Y cuando llamamos a la puerta de un hospital, de un sanatorio, de una Casa de Socorro, nos dicen: ¿Morfinómanos? ¡Aquí no hay sitio para esos vicios! Y nos dan con la puerta en las narices», relataba un soldado.

¿Había un mayor consumo entre los oficiales que entre la tropa? La prensa republicana publicó que, tras el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid, el general Fanjul estaba en su despacho «rodeado de coñac, cigarrillos y tubos de cocaína», mientras que en suelo hallaron «varios paquetes de morfina y cocaína, con los que los oficiales procuraban atontarse». Aunque suene a propaganda, Marco afirma que los oficiales tenían mayor acceso a las sustancias que los soldados rasos. «Había consumidores de morfina e incluso de cocaína entre los militares franquistas que habían combatido en las guerras coloniales y que luego fueron oficiales entre 1936 y 1939. El uso había sido previo y posiblemente también durante la contienda, pero no era una práctica extendida, como sí lo fue en Alemania, EEUU y Reino Unido durante las grandes guerras. Como España era un país pobre, ambos ejércitos estaban marcados por la precariedad».

El hachís, asociado a legionarios y marroquíes

Desde Marruecos también llegó el hachís, apenas consumido en el bando republicano, pues estaba asociado a los soldados regulares marroquíes y a los legionarios españoles. Los primeros consumían kif a diario, mientras que los segundos habían adquirido el hábito, explica Marco, quien subraya que «no era un estimulante para el combate, sino para relajarse después de luchar». En cambio, frente a la propaganda contra otras drogas, el cánnabis se consideraba un «vicio menor» y los médicos no le prestaron atención como a la cocaína y, sobre todo, a la morfina. De puertas adentro, claro, porque el tabú hizo que el bando franquista se cerrase en banda para no darle argumentos a la propaganda enemiga, de modo que no hay huella alguna de su consumo en la prensa.

En todo caso, lejos del frente, la cocaína, debido a su alto precio, solo estaba al alcance de las élites, que a veces flirteaban con los bajos fondos. «La morfina, en cambio, era interclasista y los soldados que regresaban enganchados de la guerra contaban con la garantía de que la recetaban con facilidad», matiza Marco, quien establece tres categorías de morfinómanos antes de 1936: «Las clases medias, los médicos, los farmacéuticos y las personas cercanas a ellos, los soldados que habían luchado en la guerra de Marruecos y las clases populares que rozaban la marginalidad, lo que hoy sería un yonqui tirado. Aunque luego la guerra va a ampliar ese espectro», apunta el investigador, convencido de que la falta de una industria farmacéutica evitó el uso masivo de drogas.

«Si hubiese existido, en España se habría consumido una gran cantidad de sustancias como la cocaína, la morfina y las anfetaminas. Era una cuestión de oferta y demanda, de modo que el uso fue reducido porque no había acceso a las sustancias ni una red de distribución comparable a la de Alemania, Reino Unido o EEUU», comenta el profesor de la Universidad de Bath, quien recuerda que los comités revolucionarios ocuparon los laboratorios farmacéuticos tras el estallido de la guerra, lo que supuso un problema para el Gobierno legítimo, que tuvo que recuperar esos espacios de producción.»Sin coordinación, habrían llevado las empresas a la ruina, del mismo modo que la mala gestión de los comités habría dificultado el esfuerzo bélico republicano», cree Marco, quien apunta que muchas cerveceras y fábricas de tabaco eran propiedad de empresarios vinculados al franquismo, por lo que también fueron ocupadas. «Otro contratiempo, porque en ese sentido las autoridades fascistas fueron más eficaces, pues los militares fiscalizaron inmediatamente todo y lo pusieron a su servicio bajo una única coordinación».

Más allá de que la guerra civil provocase un aumento del consumo de morfina y hachís, sobre todo entre quienes participaron en la contienda, durante la dictadura de Franco no solo se consolidó, sino que también se extendió al de la cocaína y las anfetaminas. La tolerancia por parte del régimen pudo responder a que las drogas ejercían de válvula de escape. «Ese es mi argumento», matiza Marco. «La dictadura franquista usa muy bien la doble moral: mientras difundía discursos contra el consumo de drogas, el Estado se convirtió en la práctica en el mayor traficante o suministrador de morfina hasta mediados de los años cincuenta».

El objetivo, según él, era suministrársela gratis a quien no pudiera pagarla, pues muchos adictos pertenecían a las clases populares. «Es decir, trataron de evitar que la crisis sanitaria no se convirtiera en una crisis social, que acarrearía la comisión de robos y delitos. Y, dado que durante la dictadura no podías hacer nada en términos sexuales o políticos, el consumo de drogas era una válvula de escape para la población», defiende el investigador, quien deja claro que en Paraísos en el infierno. Drogas y guerra civil española ha combinado el aspecto académico con un lenguaje divulgativo. «Una buena investigación que resulte atractiva al lector, en la mejor tradición británica».

Marco no solo no se olvida del tabaco, sino que le dedica una de las tres partes en las que se divide la obra. Su consumo en el frente fue habitual, al igual que el del alcohol. El bando republicano sufrió mucho más la escasez de cigarrillos que el nacional. De hecho, en la retaguardia empezaron a elaborarse pitillos con todo tipo de hierbas, pero cuando los ciudadanos estaban desesperados recurrieron a todo lo que encontraban por ahí, desde hojas secas de los árboles hasta cáscaras de cacahuete, pasando por espliego o té. En Madrid se implantó la pava, hecha con residuos de tabaco, mientras que los codiciosos y desaprensivos timaron a los ingenuos con cigarrillos rellenos de serrín.»En 1937 empieza a haber escasez de tabaco en la zona republicana, porque los productores apoyan a los franquistas, lo que da lugar a que el ingenio popular busque sucedáneos para sustituir a la hoja de tabaco«, explica Jorge Marco. «La gente, entonces, empieza a secar incluso lechugas, pero cuando los productos se van acabando llegan a extremos inimaginables». Ángel Viñas le recuerda al autor del libro que su padre tostaba mondas de patata durante la guerra, aunque todavía sorprenden más las crónicas de la época que relatan cómo algunos picaban sus calcetines y se los fumaban con tal de ver un humo que no brotase de los fusiles ni de las bombas.

Epílogo: Las confesiones de un médico enganchado a la morfina, a las anfetaminas y al alcohol

Juan Alonso Pérez merece un reportaje aparte. En el libro Salida de las tinieblas (Comares) narra su doble derrota, ideológica e intravenosa. Un diario que se revela como una metáfora de la historia contemporánea de España, prologado por Jorge Marco, quien analiza la singularidad de las confesiones de un médico enganchado a la morfina, a las anfetaminas y al alcohol durante la Segunda República, la guerra civil y el franquismo. Puedes leer su historia en ‘Memorias de un soldado republicano yonqui’ (Comares)

93 años de la proclamación de la Segunda República Española (II)

Artículo escrito por Lucía Parro Pantoja para Diario Red, ayer 14 de abril de 2024 sobre el 93 aniversario de la proclamación de la Segunda República Española (1931 – 1939). En este artículo, la periodista realiza un interesante análisis de la influencia de este período democrático republicano en la España actual, así su impacto en la lucha por los derechos humanos y la justicia social. Que disfrutéis de la lectura y seguimos en contacto.

En la II República Española, el lema «¡No pasarán!» resonaba como un símbolo de determinación ante la adversidad, reflejando la firme voluntad de resistir cualquier intento de retroceso en los avances democráticos y sociales logrados durante la República. Como afirmaba el poeta Antonio Machado, «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar», subrayando el espíritu de aquellos que luchaban por un futuro de justicia y libertad en España.

En los anales de la historia española, la II República Española emergió como un faro de cambio y progreso, cuyo legado sigue resonando en la España contemporánea. Desde su establecimiento en 1931 hasta su trágico final en 1939, la República dejó una huella indeleble en áreas cruciales como la educación, la cultura, los derechos de las mujeres y la reforma agraria.

La II República Española nació en un momento de agitación social y política, marcado por décadas de monarquía y desigualdad. Con la abdicación de Alfonso XIII en 1931, España abrazó una nueva era de democracia y modernización. El advenimiento de la República trajo consigo la esperanza de un país más justo y equitativo, donde cada ciudadano tuviera voz y voto en los asuntos de Estado.

Entre las figuras destacadas de la II República Española, se encontraban líderes visionarios como Manuel Azaña, Niceto Alcalá-Zamora, Clara Campoamor e Indalecio Prieto. Estos hombres y mujeres dedicaron sus vidas a construir una España más democrática y progresista, desafiando las estructuras de poder establecidas y abogando por el cambio social.

Durante su breve pero influyente existencia, la II República Española llevó a cabo una serie de reformas trascendentales en diversos campos. En el ámbito de la educación, se promulgó la Ley de Instrucción Pública de 1931, que estableció la gratuidad y la laicidad de la enseñanza, garantizando así el acceso universal a la educación. En el terreno cultural, se fomentó la creación artística y literaria a través de instituciones como la Junta de Ampliación de Estudios y la Residencia de Estudiantes, que atrajeron a intelectuales de renombre internacional.

Los derechos de las mujeres también fueron objeto de atención durante la II República, con la aprobación del sufragio femenino en 1931 y la inclusión de disposiciones igualitarias en el Código Civil. Además, se implementaron medidas para mejorar las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras, como la regulación de la jornada laboral y la protección de la maternidad.

En el ámbito agrario, la reforma agraria de 1932 buscó redistribuir la tierra de manera más equitativa, otorgando parcelas a campesinos sin tierra y estableciendo cooperativas agrícolas. Esta medida, aunque enfrentó resistencia, sentó las bases para una mayor justicia social en el campo español.

A pesar de su caída en 1939, la II República Española dejó un legado perdurable de ideales democráticos y derechos humanos. Su lucha por la igualdad y la justicia continúa inspirando a generaciones posteriores de españoles, que siguen defendiendo los valores republicanos en la España contemporánea. A través de monumentos, conmemoraciones y obras de arte, el legado de la República perdura en la memoria colectiva del pueblo español, recordándonos el poder transformador de la unidad y la lucha por un futuro mejor.

La II República Española sigue siendo un símbolo de esperanza y cambio, cuyo legado traspasa las fronteras del tiempo para recordarnos la importancia de defender la democracia y los derechos humanos en todo momento.

93 años de la proclamación de la Segunda República Española

Today’s post is dedicated to the proclamation of the Second Republic in Spain, which happened on 14th April 1931. This took place after victory over the monarchical candidates in the local elections, which had been called precisely to measure the public’s support for the then King of Spain, Alfonso XIII. Said proclamation took place with great public euphoria, given that a lot of hope was riding on the new regime bringing the country out of its stagnation. The Spanish Republic had to confront the effects of the 1929 financial crisis, the rise of fascism and internal problems that stopped them from effectively carrying out their reforms. The period of relative peace ended in July 1936 with a coup d’état headed up by Generals Franco and Mola, amongst others.

La entrada de hoy está dedicada a la proclamación de la II República en España, ocurrida un 14 de abril de 1931. Esta acción tuvo lugar tras la derrota de los candidatos monárquicos en unas elecciones locales que se habían convocado para medir precisamente el apoyo popular al entonces rey de España Alfonso XIII. Dicha proclamación tuvo lugar en medio de una gran euforia popular, ya que había puestas muchas esperanzas en que el nuevo régimen sacara al país de su atraso. La República Española tuvo que enfrentarse a los efectos de la crisis de 1929 o el auge de los fascismos y a problemas internos que impidieron aplicar efectivamente sus reformas. El período de relativa paz terminó en julio de 1936 con un golpe de Estado protagonizado por los generales Franco y Mola, entre otros.

La proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931 (del que en este 2024 se cumplen 93 años), marcó un hito histórico sin precedentes. Tras casi medio siglo bajo la Restauración borbónica, marcada por el caciquismo, la inestabilidad política y la desigualdad social, España despertaba a un nuevo amanecer. Este nuevo sistema político, fruto del hartazgo popular y la confluencia de diversas fuerzas progresistas, representaba un rotundo rechazo al régimen surgido en 1874 y, en particular, al intento de Primo de Rivera de instaurar una dictadura entre 1923 y 1930.. Este acontecimiento no solo significó el fin de una era marcada por la opresión y la falta de libertades, sino que también abrió las puertas a un período de democratización y reformas sociales sin precedentes.

En primer lugar, la Segunda República española (1931 – 1939), impulsó una serie de reformas sociales significativas, especialmente en lo que respecta al papel de la mujer en la sociedad. Por primera vez, las mujeres obtuvieron el derecho al voto en diciembre de 1931 (votando por primera vez en las elecciones generales de 1933 y 1936) y se promovieron políticas destinadas a su emancipación y participación activa en la vida política y social del país. Además, se llevaron a cabo importantes avances en materia de sanidad y educación, con la creación de nuevas instituciones y la implementación de políticas sociales orientadas a garantizar el acceso universal a estos servicios básicos, que culminaron con la aprobación de un proyecto que creaba la Seguridad Social en España a mediados de 1936 (gracias al diputado Joan Lluhí) y que llegó a ser aprobado por el Congreso español pocos días antes del fatídico golpe de Estado. Hubo también un proceso de secularización del país, con la separación de la Iglesia y el Estado, permitiendo la libertad de culto y conciencia. También hubo una reforma agraria, con la distribución de tierras entre los campesinos, combatiendo el latifundio y el minifundio.

Desgraciadamente, este período de progreso y transformación fue efímero, ya que la dictadura de Franco, que se instauró tras la Guerra Civil española y que perduró hasta su muerte en 1975 (la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la URSS benefició al dictador y a su régimen), supuso un retroceso significativo en cuanto a derechos y libertades. Muchas de las reformas sociales impulsadas durante la República fueron revertidas, y España quedó sumida en un régimen totalitario caracterizado por la represión política, económica, social y cultural, así como a la falta de pluralismo político.

Otra de las características más importantes de la Segunda República fue la construcción del Estado de las autonomías, un proceso que se inició con la concesión de cierto grado de autogobierno a regiones como Cataluña, Euskadi y Andalucía. En el caso de Andalucía, la autonomía estatutaria (influenciada por la obra de Blas Infante entre otos), contemplaba al igual que otros territorios del Estado español de aquel momento, la creación de un parlamento regional, la gestión desde Andalucía de competencias como la educación, la agricultura y la industria, y el reconocimiento del habla andaluza como elemento cultural propio y distintivo. Si bien este proyecto se vio truncado por la Guerra Civil, supuso un avance significativo en el camino hacia el reconocimiento de la identidad andaluza y su derecho al gobierno autonómico. Sin embargo, este proceso se vio interrumpido bruscamente tras el ascenso al poder de Franco en 1939, y no fue hasta su muerte que se retomó la senda hacia la descentralización política y la consolidación del Estado de las autonomías del que disfrutamos en la actualidad.

En cuanto a los apoyos y oposiciones a la democracia republicana, es importante destacar que este período fue objeto de una intensa polarización política (lo mismo que en muchos países europeos de la época, la situación española no fue un caso aislado). Mientras que sectores progresistas y liberales, sindicatos, intelectuales y parte de la población trabajadora respaldaron el proyecto democrático republicano, los sectores más conservadores, la Iglesia Católica, parte del ejército y los terratenientes se opusieron vehementemente, temerosos de perder sus privilegios y de enfrentar una redistribución del poder. Por exponerlo de otra forma:

La Segunda República española (1931 – 1939), contó con el apoyo de una amplia coalición de fuerzas liberales y progresistas, incluyendo:

  • Partidos republicanos: De izquierda, derecha y centro, unidos por el ideal de una España democrática y moderna.
  • Socialistas (PSOE): Defensores de la justicia social, la igualdad y los derechos laborales.
  • Anarquistas (CNT): Propugnadores de una sociedad sin clases y autogestionada.
  • Nacionalistas vascos (PNV) y catalanes: Buscando el reconocimiento de su autonomía y la defensa de sus lenguas y culturas.

Sin embargo, la República española también enfrentó la oposición de sectores poderosos que veían amenazados sus intereses:

  • Grandes terratenientes: Perjudicados por la reforma agraria y la pérdida de privilegios.
  • Iglesia Católica: Opuesta a la secularización del Estado y la pérdida de influencia social.
  • Sectores monárquicos (Renovación Española, alfonsinos): No resignados a la caída de la monarquía y dispuestos a defenderla por cualquier medio.
  • Extrema derecha: Grupos anticomunistas y fascistas (Falange), que veían en la República española y en su democracia un peligro para el orden social.

El contexto internacional en Europa durante la década de 1930 también influyó en el devenir de la Segunda República española. La crisis económica mundial iniciada en 1929 y el ascenso de regímenes totalitarios como el nazismo en Alemania y el fascismo en Italia complicaron la situación política en España, generando tensiones internas y exacerbando los conflictos entre las distintas fuerzas políticas.

En la actualidad, la reivindicación de la Segunda República española cobra especial relevancia en un contexto marcado por la crisis de legitimidad de la monarquía y la demanda de un nuevo proyecto político basado en principios republicanos. La corrupción y el desprestigio que han afectado a la institución monárquica en los últimos años han generado un amplio consenso en torno a la necesidad de instaurar un régimen republicano que garantice la igualdad, la justicia social y el respeto a los derechos humanos.

En resumen, la proclamación de la Segunda República española en 1931 representó un momento de esperanza y transformación para el país, aunque su legado fue truncado por el golpe de estado cívico-militar liderado por (entre otros), el general Francisco Franco el 18 de julio de 1936, que dio inicio a la Guerra Civil Española o Guerra de España, que enfrentó a las fuerzas republicanas españolas con los sublevados. Tras tres años de sangrienta lucha, la República fue derrotada y Franco instauró una dictadura que se prolongó hasta su muerte en noviembre de 1975. La reivindicación de este período histórico se presenta como una oportunidad para reflexionar sobre el pasado, aprender de sus errores y construir un futuro más justo y democrático para España.

La Segunda República española, dejó un legado imborrable en la historia del país. Sus valores democráticos, su compromiso con la justicia social y su apuesta por el progreso siguen siendo relevantes en la actualidad. Reivindicarla no solo significa recordar un pasado glorioso, sino también defender los ideales de libertad, igualdad y fraternidad que inspiraron a una generación de españoles y españolas de todo signo político y social. En un momento en el que la democracia se veía amenazada en todo el mundo por el ascenso de los totalitarismos de extrema derecha, la Segunda República Española nos recuerda la importancia de luchar por una sociedad más justa y equitativa.

¿Monarquía o República? Un debate.

En un contexto de cuestionamiento de las monarquías en Europa, España se enfrenta a un debate crucial sobre su futuro político. La Segunda República Española  y el posterior republicanismo español desarrollado a partir de los años de la Transición, nos ofrece una alternativa  más que viable a la monarquía, nos ofrece un sistema político basado en la soberanía popular y la participación ciudadana.

Recuperar la memoria de la Segunda República española y defender sus valores es fundamental para construir un futuro más democrático y próspero para España. Un futuro en el que la voluntad del pueblo sea la base del sistema político y en el que todos los ciudadanos y ciudadanas tengan las mismas oportunidades para desarrollarse plenamente.

Bibliografía:

-Casanova, J y Gil Andrés, C. “Historia de España en el siglo XX”  Ariel Historia, Madrid 2009

-Preston, P. “Esperanzas e ilusiones en un nuevo régimen” (pags 53-71) en Viñas, A (ed) “En el combate por la Historia”  Pasado y Presente, Barcelona 2012

-Balfour, S. “Spain from 1931 to the Present”(pags 243-282) en Carr, R. (ed) “Spain. A History” Oxford Press,  Oxford 2000

-Gil Pecharromán, J. “La II República. Esperanzas y frustraciones” Historia16, Madrid 1996

-Tuñón de Lara, M. “La Segunda República Española” Cuadernos de Historia16, Madrid 1995

-Video de youtube de lo que ocurrió en Madrid el 14 abril de 1931 con imágenes recogidas en una película que rescata imagen y sonido inédito del Gobierno provisional de la II República: https://www.youtube.com/watch?v=1vzCNPzFuo4

Las elecciones municipales del 12 abril de 1931 en España / Local elections 12/04/1931 in Spain

Today’s post is dedicated to the proclamation of the Second Republic in Spain, which happened on 14th April 1931. This took place after victory over the monarchical candidates in the local elections, which had been called precisely to measure the public’s support for the then King of Spain, Alfonso XIII. Said proclamation took place with great public euphoria, given that a lot of hope was riding on the new regime bringing the country out of its stagnation. The Spanish Republic had to confront the effects of the 1929 financial crisis, the rise of fascism and internal problems that stopped them from effectively carrying out their reforms. The period of relative peace ended in July 1936 with a coup d’état headed up by Generals Sanjurjo and Mola politicians like  Calvo Sotelo, Pedro Saínz Rodríguez, Antonio Goicoechea (amongst other), Mussolini supported this coup with a lot of money

El próximo Domingo es el 93 aniversario de la proclamación de la II República española (1931 – 1939), ocurrida precisamente un 14 de abril del año 1931. Esta acción tuvo lugar tras la derrota de los candidatos monárquicos en unas elecciones municipales que se habían convocado para medir el apoyo popular al entonces rey de España Alfonso XIII. El triunfo de las candidaturas republicanas fue muy amplio. Las candidaturas monárquicas, si bien ganaron en número de concejales, su triunfo, especialmente en el medio rural, fue debido a la corrupción electoral derivada de los manejos caciquiles del sistema conocido como canovista o de la Restauración borbónica que se había instaurado en la ya lejana fecha de 1874, tras el golpe de Estado del general Arsenio Martínez Campos (1831 – 1900). En las ciudades los republicanos ganaron con contundencia. Sus candidatos ganaron en 41 de las 50 capitales de provincia, y, en el caso de Madrid o Barcelona, triplicaron y cuadriplicaron en número de votos a los candidatos monárquicos respectivamente.

En 1931, España se encontraba sumida en una profunda crisis económica, social y política. La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) había dejado un panorama desolador: desempleo masivo, desigualdad social extrema, represión política y un sistema caciquil que asfixiaba la libertad.

A nivel internacional, la década de 1930 estuvo marcada por la Gran Depresión que se había iniciados en el mes de octubre de 1929, que hundió a las economías mundiales y exacerbó las tensiones sociales. En Europa, el auge de ideologías totalitarias como el fascismo y el nazismo amenazaban la estabilidad democrática del continente.

Un sistema electoral fraudulento: la base del descontento

Durante el período comprendido entre 1874 y 1931, España estuvo marcada por un sistema electoral profundamente corrupto y fraudulento que minaba la legitimidad de la democracia y perpetuaba el control de las élites monárquicas y conservadoras. Este sistema, diseñado para mantener el poder en manos de una minoría privilegiada, se caracterizaba por una serie de prácticas fraudulentas que socavaban la voluntad popular y perpetuaban el statu quo político.

Una de las prácticas más comunes dentro de este sistema era la manipulación de votos, que se llevaba a cabo de diversas maneras. En algunos casos, se registraban más votos de los que había votantes en un determinado distrito electoral, lo que evidenciaba un claro fraude en el recuento de votos. Además, se recurría a la intimidación y la coerción para influir en el voto de la población, especialmente en áreas rurales donde el control de las élites era más fuerte y la oposición política más débil.

Los sobornos también eran una práctica extendida dentro del sistema electoral español de la época. Los candidatos y líderes políticos corruptos ofrecían dinero o favores a cambio de votos, socavando así el principio de elecciones libres y justas. Este tipo de prácticas no solo erosionaban la confianza en el sistema político, sino que también perpetuaban la desigualdad y la injusticia social al favorecer a aquellos con más recursos económicos y poder político.

Además de la manipulación de votos y los sobornos, el sistema electoral español de este la Restauración también estaba marcado por la exclusión y la persecución de candidatos y partidos políticos considerados una amenaza para el régimen establecido. Los líderes políticos y activistas que desafiaban el status quo eran objeto de amenazas, intimidación y represión por parte de las autoridades, lo que dificultaba su participación en el proceso electoral y limitaba la pluralidad política y la libertad de expresión, (existe el consenso entre los historiadores que el fraude electoral era tan grande que la participación real era solo del 20%).

Este sistema fraudulento favorecía especialmente a los partidos monárquicos, principalmente a los conservadores (pero también a los liberales), quienes se beneficiaban del control sobre las instituciones locales y del apoyo de las élites y de los caciques locales y de los terratenientes. Las elecciones de 1931 no fueron una excepción, y a pesar de que los resultados oficiales arrojaban una victoria monárquica, la realidad fue muy distinta.

La victoria pírrica de los monárquicos: un pueblo que ya no se callaba

Las elecciones de 1931, a pesar de su carácter fraudulento, revelaron un cambio significativo en el panorama político español. Los partidos republicanos, agrupados en la coalición Conjunción Republicano-Socialista, obtuvieron un triunfo considerable en las ciudades, donde las corruptelas del caciquismo eran menos efectivas.

En dichas elecciones, las prácticas fraudulentas antes mencionadas no fueron la excepción. Los partidos monárquicos, principalmente los conservadores, utilizaron todos los medios a su alcance para impedir la victoria republicana. En dichas zonas rurales, la victoria de los partidos monárquicos se debió en gran medida al fraude electoral antes descrito. El caciquismo y la manipulación de los resultados electorales permitieron a los terratenientes y a las autoridades locales mantener su control sobre la población rural y con el objetivo de evitar un triunfo republicano que amenazara sus intereses

Sin embargo, en las ciudades, donde la población era más urbana y vigilante al fraude, y, donde el control caciquil era menos efectivo, los republicanos lograron un triunfo rotundo. La población urbana, mediante su participación activa y su rechazo al fraude electoral, consiguió expresar su voluntad de cambio y abrir el camino hacia una nueva era en la historia de nuestro país.

A pesar de que los monárquicos superaban en número de concejales a los republicanos, el triunfo electoral no reflejó la verdadera voluntad del pueblo español. Esta situación se debió como ya hemos dicho, a que el fraude electoral era más fácil de perpetrar en las zonas rurales, donde el control de las élites era más firme, mientras que en las ciudades, donde la sociedad estaba más organizada y vigilante, los republicanos obtenían una victoria más genuina (en zonas de Madrid y Barcelona, y en los grandes pueblos y ciudades de Andalucía, libres de los manejos de los caciques, los republicanos triplicaban o cuadriplicaban en número de votos a los candidatos monárquicos).

La victoria republicana en las ciudades fue un símbolo del creciente malestar social con la monarquía y el sistema político vigente. La población urbana, cansada del fraude electoral, la desigualdad social y la represión política, apostó por un cambio radical hacia una nueva república que garantizara la democracia, la justicia social y la libertad.

Esta victoria, sumada al descontento generalizado con la monarquía y el sistema político vigente, desencadenó una ola de protestas y manifestaciones por toda España. El 14 de abril de 1931, tras la proclamación de la República a lo largo y ancho de todo el país, el rey Alfonso XIII renunció al trono y éste se vio obligado a abandonar el país sin encontrar apoyo ni entre la población ni entre las élites. Este acontecimiento marcó el fin de una era y abrió paso a un periodo de profundos cambios políticos y sociales.

1931 representó un momento crucial en la historia de España, marcado por la crisis de un sistema político corrupto y obsoleto, y el surgimiento de una nueva república, impulsada por la voluntad popular y la lucha por la democracia. Estas elecciones municipales, a pesar de las irregularidades, fueron un punto de inflexión en el camino hacia la Segunda República española. La victoria republicana en las ciudades, aun con el fraude electoral en las zonas rurales, evidenció el desgaste del régimen monárquico y la voluntad popular de cambio.

La Segunda República española: un proyecto de transformación social

La Segunda República española (1931 – 1939) representó un periodo de grandes reformas y cambios sociales. Se aprobó una nueva Constitución en diciembre de 1931 que garantizaba derechos fundamentales como el sufragio femenino, la libertad de expresión y la educación laica. Se emprendieron reformas agrarias para redistribuir la tierra entre los campesinos y se impulsó la creación de un estado de bienestar.

Sin embargo, la República no estuvo exenta de dificultades. Las profundas divisiones sociales e ideológicas, la inestabilidad política y la amenaza del fascismo, tanto nacional como internacional que culminó en un golpe de Estado y en una guerra civil en 1936, que,  truncaron el proyecto republicano democrático.

En conclusión, la Segunda República Española fue un periodo histórico de gran trascendencia para España. A pesar de su corta duración, supuso un avance significativo en la construcción de una democracia moderna y sentó las bases para futuras luchas por la libertad y la justicia social. El legado de la República continúa inspirando a las generaciones venideras en su búsqueda de una sociedad más justa y equitativa.

Por muchas razones, es importante la celebración de un referéndum y la participación activa de la sociedad civil para proclamar una nueva república en España. Este proceso democrático permitirá que la voz de los españoles y las españolas se pueda escuchar y que se asienten las bases para una nueva forma de gobierno, basada en los principios de igualdad, libertad y justicia social.

Salud, trabajo, educación pública y República española.

Bibliografía:

– Julián Casanova y Carlos Gil Andrés “Historia de España en el siglo XX” Ariel, Barcelona 2009

– Paul Preston “Un pueblo traicionado: corrupción, incompetencia política y división social” Debate Historia (Penguin Random House Grupo Editorial), Barcelona 2019

-Santos Juliá “Un siglo de España. Política y sociedad” Marcial Pons, Madrid 1999

Las memorias de Ángel Viñas

“Los papeles han demostrado que Franco fue un asesino, un mangante y un traidor”

Así de contundente comienza la entrevista de Guillermo Martínez al historiador Ángel Viñas (Madrid, 1941), en la presentación de su libro ‘La forja de un historiador’, editado este mismo año por Crítica. La entrevista  la podéis leer aquí: (https://ctxt.es/es/20240401/Politica/45945/Guillermo-Martinez-Angel-Vinyas-historiador-franquismo-memoria-Transicion-Espanya.htm), pero obviamente también la pongo en el blog por si os apetece leerla aquí también. Como suelo decir en muchas ocasiones, un saludo y que disfrutéis con la lectura.

No hace falta más que una pajarita en la portada para presentar La forja de un historiador (Crítica, 2024), el último libro de Ángel Viñas (Madrid, 1941). En él, el investigador repasa su periplo personal y profesional desde los inicios. Cuenta que ayudó a dar misa a un tío un par de veranos, asistió al recital de Raimon en la Ciudad Universitaria de Madrid en 1968, Serrano Suñer le rogó que no lo atacara durante una emisión del programa La Clave y sintió una emoción inusitada al poder analizar los documentos de Negrín.

Conocido por alumbrar nuevas tesis que desacreditan los mitos inculcados por el franquismo sobre la izquierda, Viñas no se olvida de su misión como alto diplomático español, su paso por el FMI y todas las vicisitudes que pasó tras iniciar sus investigaciones en torno a la República, la Guerra Civil y la dictadura.

Hemos podido charlar con el historiador sobre la desclasificación de documentos, el revisionismo histórico e incluso el oro de Moscú. También abordamos cuestiones personales como su militancia política o el orgullo por la historia de nuestro país.

Publica este libro a los 83 años, una especie de memorias. Ha trabajado como economista, alto funcionario, diplomático e historiador. ¿De qué se siente más orgulloso al echar la vista atrás?

Fui alto funcionario internacional durante veinte años de mi vida en los que hice muchas cosas de las que me siento, creo que legítimamente, orgulloso. Otras dos décadas las pasé como historiador, de las que también me siento orgulloso. ¿De qué me enorgullezco más? Pues de las dos cosas, no puedo decantarme por una u otra.

Aquel chaval madrileño de clase media baja que comenzó husmeando en archivos en 1971 ha terminado siendo uno de los historiadores más respetados y laureados de España. En su publicación dice que “la España de hoy no ha llegado a reconciliarse del todo con su pasado”. ¿Qué hace falta para que eso llegue a ocurrir?

En España hacen falta dos cosas. Primero, abrir los archivos. No se pueden desmontar los mitos del pasado sin tener acceso a los archivos ni a los repositorios donde se guardan las huellas del pasado. Yo me he cansado de decírselo a quien corresponde y no me han hecho caso; es como predicar en el desierto. En algún momento, se desclasificará todo.

“No se pueden desmontar los mitos del pasado sin tener acceso a los archivos”

En segundo lugar, hace falta renovar la enseñanza, desde Primaria hasta la universitaria, para incluir todas las concepciones sobre la historia de España que hemos revisado los historiadores. Para mí es inconcebible que en un país avanzado como este todavía tengan cabida interpretaciones falsas o distorsionadas. Sin ir más lejos, debería ser evidente que el general Franco fue un asesino, un mangante y un traidor, porque los papeles lo han demostrado.

¿Dónde ubica el inicio de esta eclosión de falsedades y distorsión de la realidad?

Desde la llegada al poder de Donald Trump ha habido una difusión atroz de mentiras y barbaridades sobre el pasado de nuestras sociedades. En España, durante muchos años la derecha ha estado callada, porque la derecha tiene mucho que callar, al igual que la izquierda, pero aquí la dictadura tuvo cuarenta años para decir lo que quiso de los presuntos desmanes de la izquierda, y eso se lo cree mucha gente todavía hoy. Es decir, los españoles de hoy en día siguen creyendo mentiras sobre la izquierda difundidas durante el franquismo.

Comenta que, a finales de la década de los sesenta, descartó la opción comunista y también la democracia cristiana. Por aquel entonces, leía Cuadernos para el diálogo y Triunfo. ¿Alguna vez ha militado en alguna organización política?

Cuando volví a España a mediados de los sesenta, algunos compañeros de universidad me dijeron que me fuera con ellos al Partido Comunista de España (PCE). Les dije que no. Yo conocía la República Democrática Alemana, y aunque la Stasi no me siguió y me pude mover con libertad las numerosas veces que la visité, les dije que no me sentía atraído por el PC.

No milité en ningún partido hasta el 14 de abril de 1983, cuando fui a trabajar al Ministerio de Asuntos Exteriores como asesor del entonces ministro Fernando Morán. Pensé que tenía que descubrir mis cartas si le iba a aconsejar en un momento crucial, porque estaba pendiente el tema de la OTAN. Nunca me dijeron qué tenía que escribir o pensar.

En el terreno de la investigación histórica, repite como un mantra lo que llama evidencia primaria relevante de época (EPRE) como uno de los principales puntales en todas sus indagaciones. Resulta llamativo que recalque algo que debería ser común en todos los analistas del pasado.

[Ríe]. Pues no, no es tan común. Los temas sobre los que yo he trabajado requieren visitar muchos archivos en diferentes idiomas y en diversos países. Yo he trabajado en más de 40 archivos de ocho países en cinco idiomas distintos, y todo me lo he pagado en gran medida con mis propios fondos.

Comprendo que no es algo al alcance de todo el mundo, pero en lugar de comprarme una casa en la playa, he invertido esos fondos en hacer lo que me gusta. Ya está, es así de simple. Solo he tenido ayudas oficiales en dos ocasiones, y así las he reconocido abiertamente.

En un momento dado, afirma que el honor de la República siempre estribó en haber combatido hasta la extenuación los avances del fascismo en Europa. ¿Por qué cree que España sí opuso resistencia a lo que después sería la dictadura más larga del continente?

Porque los españoles de la época eran así, porque no bajaron las armas. Incluso cuando muchos de ellos sabían que sin ayuda extranjera perderían, como dijo Manuel Azaña en septiembre de 1936, decidieron luchar. Nuestros antepasados eran así.

“En España se ha derramado mucha sangre en busca de la democratización de la política”

¿Eso le hace sentír orgulloso?

No es una cosa de la que sentirse orgulloso como tal. En España se ha derramado mucha sangre en busca de la democratización de la política y la mejora de las condiciones sociales en las que vivía la mayor parte de la gente. Ha sucedido lo mismo en otros países, pero aquí tuvimos menos suerte.

¿Qué ha cambiado en su terreno desde que empezó a estudiar la historia de España?

En 1975, la historia de España la escribían historiadores extranjeros o desde el extranjero. Nada que objetar ante eso, nosotros todavía vivíamos con una censura casi de guerra. ¿Cómo diablos íbamos a poder escribir nuestra propia historia? Ahora, la mejor historia, bien o mal, se hace desde España, que es lo normal.

La Transición, que hoy se critica mucho, y yo también critico en cierta medida, nos dejó sobre todo ciertos puntos como la libertad de expresión o cátedra que se encontraban a años luz de lo vivido durante el franquismo. Hemos importado nuevas formas de ver el pasado y las hemos aplicado a nuestra propia historia. Por eso hemos podido hacer cosas que hasta entonces no eran posibles.

Aprovecha la monografía para retomar algunos de sus grandes hitos como historiador. Uno de ellos es la investigación sobre el “robo” del oro de España que, supuestamente, llegó a Moscú durante la Guerra Civil. Asegura que alguien del Ministerio de Exteriores franquista se llevó toda la documentación que pudo al respecto, y que sospecha de tres o cuatro personas. ¿Quiénes son?

No quiero decir los nombres porque son solo sospechas, yo no tengo la documentación para acreditarlo. Son un círculo muy reducido. Alguno de ellos robaría los papeles, no sé por qué, quizá para salvar la patria o el honor de la dictadura, o impedir que otros investigadores avanzaran en descubrir la verdad, o incluso que yo mismo avanzara.

Llegué a denunciar a uno con nombre y apellidos, el ministro de Hacienda del Plan de Estabilización y luego gobernador del Banco de España, Mariano Navarro Rubio. Conseguí que un subsecretario del mismo Ministerio le escribiera preguntándole por la cuestión. Jamás he recibido respuesta de este señor y yo no sé si él robó esa documentación, eso lo tendrá que decir otro historiador.

Lo que sí puedo decir es que, si conocimiento es poder, conocer lo que pasó indudablemente es una cosa que debió atraer la atención de algunos altos funcionarios, incluso ministros, que sabían bien del tema.

Que los rusos robaron las reservas del oro del Banco de España durante la guerra es algo que sigue pensando mucha gente.

Eso es tan falso que hasta el propio régimen lo sabía desde 1956, pero se callaron. Además, nadie habla del oro de Francia, porque el 25% de las reservas españolas fueron a parar al país vecino. Es cierto que todavía hay algún descerebrado hablando del oro de Moscú. ¿Qué puede hacer un historiador? Escribir las cosas como fueron, pero si eso el sistema educativo no lo recoge, ahí te salen los tíos de Vox que reclaman todavía el mayor expolio de la historia de la Humanidad o como lo llamen ellos. Yo tampoco puedo influir sobre Vox. Son unos sinvergüenzas históricamente hablando y nada más.

Como sabe, la Ley de Secretos Oficiales franquista de 1968 sigue vigente en España. ¿Qué intereses puede haber en ello?

No tengo ni idea de qué intereses se esconden detrás de eso, y he reflexionado sobre la cuestión. Cuando estuve en el Ministerio de Asuntos Exteriores, conseguí que se abrieran los archivos a la investigación con un plazo de cadencia de 25 años. De golpe y porrazo podíamos ver los documentos hasta 1958. Se han publicado libros y tesis doctorales en base a esa documentación y no ha pasado absolutamente nada. No sé por qué ahora no se podría hacer lo mismo.

¿Usted abriría los archivos sin excepción?

Es curioso, porque en España los archivos están muy mal dotados de personal, y eso que son la memoria de un pueblo, de una nación, de un país. Aquí hay trabas a la hora de investigar que no te encuentras en otros países. La historia no mata, quien mata son los hombres y, a veces, abducidos en base a una mala historia.

“Aquí hay trabas a la hora de investigar que no te encuentras en otros países”

Si yo formara parte del Gobierno, abriría los archivos hasta el 75 sin problemas, quitando dos o tres temas que lo dejaría a un examen algo más pormenorizado por parte de la Administración. No hay que temer el pasado franquista.

¿Qué temas dejaría todavía sin desclasificar?

Esto prefiero no decirlo. Quien conoce los archivos más o menos los podrá identificar fácilmente, pero no me siento autorizado para decirlo.

¿Y desclasificar los archivos hasta 1981?

Sí, se podría hacer una excepción por el golpe de Estado, porque es un tema acotado. ¿Qué se podría descubrir? Que el rey entonces estuviera más o menos implicado… ¡Pero si Juan Carlos está completamente desacreditado ya ante la opinión pública!

¿Qué opinión le merece el revisionismo histórico que se está estableciendo en algunos sectores de la sociedad?

Para empezar, hay un revisionismo de periodistas de medio pelo, y luego hay un revisionismo profesional de los historiadores. Qué quieres que te diga… Yo he escrito libros que todavía nadie ha podido echar por tierra. El revisionismo forma parte de la profesión, pero ahora nos adentramos en un revisionismo que solo se ocupa de desmontar a los gobiernos republicanos de izquierdas. En ese sentido, tan solo es la prolongación del combate ideológico que atraviesa España desde los últimos 40 años. Es parte del combate que libra la derecha contra la izquierda, solo que con otras armas.

Terminemos con algo más personal. ¿Qué ha sentido a lo largo de todas estas décadas dedicadas a desentrañar los entresijos del pasado oscuro más reciente de España? ¿Está trabajando en alguna nueva investigación?

Me he sentido, a veces, muy cansado y dubitativo, pero no pierdo las ganas. Yo suelo escribir dos libros a la vez, y ahora estoy enfrascado junto con un amigo en uno sobre un tema muy importante. Tratamos de documentar adecuadamente una interpretación que se hace de las incipientes victorias de Franco a lo largo de la segunda mitad de 1936. Es algo que nadie ha dicho hasta ahora, y que puede cambiar radicalmente lo que se sabía hasta el momento.

Hace unos días, me llegaron 1.500 papeles todavía sin examinar desde el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares. Vivo en Bruselas y a nadie se le ha ocurrido examinarlos, pero a mí sí. A partir de aquí, solo queda aplicar el método inductivo primero y la crítica después. Si te basas en el método deductivo, en lo que otros han escrito o tus propias ideas preconcebidas, no haces una historia documentable. Además, la crítica es necesaria porque no todo lo que aparece en los papeles responde a la realidad. Hay mentiras que se filtran y afirmaciones que esconden intereses detrás.

Franco robó lo suyo (III): Franco acumuló una fortuna de 400 millones de euros gracias a su entramado.

Hoy os comparto un artículo escrito por Juan Miguel Baquero para eldiario.es (https://desmemoria.eldiario.es/fortuna-franco/#:~:text=Franco%20era%20un%20corrupto%20que%20ejecut%C3%B3%20mordidas%20desde,dijo%20el%20dictador%20en%20un%20discurso%20%28Lugo%2C%201942%29.)  en el que, siguiendo con la estela de las entradas anteriores en este blog (he utilizado como parte de la entrada unas palabras de una entrevista a Ángel Viñas), comentaremos un aspecto poco conocido en la historia española actual, en parte porque los propios propagandistas de la dictadura se ocultaron de ocultar para no ensuciar la imagen del dictador como alguien austero. Que tengáis un buen fin de semana y nos vamos leyendo.

“El dictador filtró para sí parte de las donaciones “a la causa nacional” en plena guerra de España y revendió 600 toneladas de café donado por Brasil a España en 1939. El general golpista tenía en agosto de 1940 una fortuna cercana a los 400 millones de euros y el “holding empresarial” de El Pardo acumuló sueldos, comisiones, regalos y gratificaciones para amasar su riqueza.

Franco era un corrupto que ejecutó mordidas desde la guerra civil. Un opresor que aflojó las cuentas públicas de España y estableció un entramado que desaguaba riqueza en su figura omnímoda. “Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos”, dijo el dictador en un discurso (Lugo, 1942). Es el lado oscuro, e ilegal, de una fortuna que engordó en plena dictadura al calor de la corrupción sistémica del régimen franquista.

El perfil latrocínico del militar arranca a lo grande: se hizo con casi 400 millones de euros tras la ‘cruzada’ contra la República. Queda en pañales la trama Gürtel y las cuentas en Suiza de Francisco Correa (18,6 millones) o Luis Bárcenas (47). Francisco Franco (El Ferrol, 4 de diciembre de 1892 – Madrid, 20 de noviembre de 1975) disfrutó cuatro décadas como Jefe de Estado para acumular donaciones, sueldos, regalos y comisiones.

Franco no perdió el tiempo. Arañó dinero recibido por los golpistas en pleno conflicto armado y revendió toneladas de café donadas por Brasil. A lo largo de su vida recibió innumerables “regalos”, caso del Pazo de Meirás o un todoterreno agasajo de Adolf Hitler. Todo era posible bajo su manto omnipotente. Como lo era la gratificación mensual de 10.000 pesetas que recibía de la compañía Telefónica.

Con una nómina en 1935 de 2.493 pesetas y de 50.000 como Jefe de Estado, la riqueza del militar llegó en agosto del año 40 a 34,3 millones de pesetas

Así nació la fortuna de Franco

“Franco se consideraba el Estado, España. Necesitaba dinero y se apropió de él”, cuenta a eldiario.es el historiador Ángel Viñas. A cuatro décadas de la muerte del dictador, el autor publica el libro La otra cara del caudillo (Crítica, 2015), una obra que da “un paso más en el continuo proceso de desmitificación de Franco”.

Tenía un plan y robó, para cumplirlo, una idea al propio Hitler: el Führerprinzip o mandato dictatorial como “fuente de Derecho”. Usaba “leyes reservadas” y ocultas al Boletín Oficial del Estado, disposiciones secretas que explotó “desde los años de la guerra civil hasta 1957”. Una “curiosa y desconocida costumbre de Franco” que solo conocían “aquellos privilegiados que se ocuparon de llevarlas a la práctica”, describe Viñas.

Por ahí filtró a su interés parte de las donaciones “a la causa nacional”. Las mordidas al apoyo económico a la rebelión militar contra la República inauguran en octubre del 36 la cuenta corrupta que vive un episodio de oro al final de la guerra con las 600 toneladas de café entregado por el dictador brasileño Getúlio Vargas. “Un regalo al Estado español” que Franco pasó a la Comisaría de Abastecimientos y Transportes dependiente del Ministerio de Industria y Comercio “y cobró por adelantado su importe”, 7,5 millones de pesetas, que serían hoy unos 85,6 millones de euros.

Con una nómina en 1935 de 2.493 pesetas y de 50.000 como Jefe de Estado, la riqueza del militar llegó en agosto del año 40 a 34,3 millones de pesetas. Un capital “acumulado en diversas cuentas corrientes” que suponen cerca de 388 millones de euros. “Todo ‘ganado’ en cuatro años. No está mal para empezar”, subraya Viñas.

“Sin embargo, ha perdurado la convicción de que Franco era un hombre honesto y austero”, declara a eldiario.es el hispanista Paul Preston. El dictador, “y su mujer”, recibían “regalos de varios tipos, desde medallas de oro a fincas y hasta automóviles de lujo”, enumera como “la punta de un iceberg colosal” que arranca en “su acceso particular a las suscripciones que se hicieron para sufragar el coste del esfuerzo bélico de los rebeldes militares”.

“La idea convencional del Franco sin afán de lucro ya no se sostiene”, aclara Preston. En su afán recaudatorio, el general golpista trazó negocios secretos y oscuros manejos de testaferros familiares. Era el “holding empresarial” forjado desde “la corte de El Pardo”, según desveló en Los Franco S.A. o Ricos por la guerra de España el periodista Mariano Sánchez Soler. Un patrimonio difícil de digerir a base de simples sueldos públicos.

Había empresas que, “agradecidas por autorizaciones concedidas”, traspasaban “acciones gratuitamente”

Franco, corruptor y corrupto

El oficio continuó en plena dictadura. Franco “modificó su comportamiento” y había empresas que, “agradecidas por autorizaciones concedidas”, traspasaban “acciones gratuitamente”. El dictador, así, percibía “dividendos”, mordidas, porcentajes por negocios revueltos entre consejos de ministros y de administración. “La corrupción estaba en el ADN de la dictadura”, dice Viñas.

La imagen corrupta del general rebelde toma huella documental con la apertura a investigadores –año 2010– de los “papeles conservados” en la Fundación Nacional Francisco Franco. “Es claro que Régimen de Franco institucionalizó el pillaje a través de los castigos a los derrotados que algo tenían”, continúa Paul Preston. El soporte legal, la Ley de Responsabilidades Políticas, era “en esencia un mecanismo para justificar la expropiación masiva de los vencidos”.

La corrupción servía como pauta de control y la afición cinegética del general golpista, como oficina ambulante: “importantes sumas de dinero cambiaron de manos mientras los aspirantes a los favores de Franco promocionaban cacerías a fin de conseguir acceso a la fuente de patronazgo”, dice el hispanista.

Franco cosió a la clase dirigente en la confusión premeditada entre lo público y lo privado

“No se sabe mucho más” de lo publicado hasta ahora, confirma el historiador Francisco Espinosa. “Aquí no se conservan los archivos de los presidentes ni mucho menos de los dictadores”. Porque el enriquecimiento ilícito no quedó en el autócrata. El contubernio ilícito envolvía al régimen y derramó siempre sobre la oligarquía franquista, desde 1936 hasta la Transición.

Franco, corruptor y corrupto, cosió a la clase dirigente en la confusión premeditada entre lo público y lo privado. Y ése carácter sistémico brotaba en cualquier aspecto de la vida, con el estraperlo como gran ejemplo cotidiano: el comercio prohibido con artículos intervenidos por el Estado o sujetos a racionamiento. Amén del tráfico de penicilina en el ámbito sanitario, el “trabajo esclavo” como inagotable fuente de recursos e incluso la “necesidad de recomendaciones para salvar la vida”, enumera el historiador José Luis Gutiérrez Molina.

El dictador lideraba la patria convertido en una suerte de gestor avanzado de puertas giratorias. Corrupción y desarrollo se dieron la mano para amasar patrimonios y consolidar el capitalismo español. Familias del régimen, cuenta Sánchez Soler, pobladas de “empresarios de fortuna, falangistas de clase media, funcionarios oportunistas, latifundistas de gatillo fácil, altos cargos a la búsqueda de multinacionales… unidos a la caza del dinero y entrenados en la autarquía de la posguerra para enriquecerse con el desarrollismo a partir de 1959”. Concluye Viñas: “si Franco se benefició personalmente de la victoria parece sensato que no pensara mal de quienes también lo hacían” bajo la tenaz sombra del franquismo.”

Y para completar, aquí os pongo una entrevista al historiador Ángel Viñas cuando presentó su libro ‘La otra cara del caudillo’, que traba precisamente sobre la corrupción de la dictadura franquista. https://www.youtube.com/watch?v=Nkg8EMMNoFQ

 

Franco robó lo suyo (II): La corrupción compulsiva del clan Franco

Hoy, y antes de que acabe este lluvioso mes de Marzo, os comparto un artículo escrito por Carlos Prieto sobre Mariano Sánchez Soler (Alicante, 1954) un 19 de noviembre de 2015 para El confidencial. Su biografía en https://es.wikipedia.org/wiki/Mariano_S%C3%A1nchez_Soler  El articulo en sí aquí (https://www.elconfidencial.com/cultura/2015-11-19/la-corrupcion-compulsiva-del-clan-franco_1094116/ ). Mariano Soler es un investigador experto en los negocios de la familia del dictador, que desde hace tiempo ha analizado las tramas corruptas del franquismo y desmonta los mitos sobre su supuesta austeridad.

Un saludo y que disfrutéis de la lectura.

“Austeridad, honradez, trabajo… Cuenta la leyenda que durante 36 años hubo una lucecita en el Pardo que nunca se apagaba. Francisco Franco, decían, trabajaba sin descanso, no tenía grandes vicios, no le importaba el dinero y era incorruptible. O el mito revisionista de la baja corrupción del franquismo comparada con la alta corrupción de la democracia. ¿Es así? Una pregunta pertinente tras cumplirse cuatro décadas de la muerte del dictador [y tras morir ayer su única hija, Carmen Franco].

 Las investigaciones centradas en la corrupción franquista escaseaban hasta hace pocos años, cuando llegaron los artículos del periodista Javier Otero y los libros del historiador Ángel Viñas (‘La otra cara del Caudillo’, 2015). La excepción que confirma la regla sobre la falta de investigadores tiene un nombre, Mariano Sánchez Soler (Alicante, 1954), escritor, periodista y autor de ensayos de referencia como »Villaverde, fortuna y caída de la casa Franco’ (1990), ‘Ricos por la patria’ (2002), ‘Los Franco S.A.’ (2003) y ‘Los banqueros de Franco’ (2005).

La doble confusión

“El mito de la austeridad de Franco se sostiene en una doble confusión. Por un lado, confundir las costumbres alimenticias de Franco con sus prácticas políticas concretas: el modo en que su familia se enriqueció. El otro error es creer que la falta de estudios sobre la corrupción franquista significa que no hubo corrupción franquista”, cuenta Sánchez Soler a El Confidencial.

“Los Franco estaban convencidos de que su actividad era lícita e incontestable en un país sumiso como España”, escribió Sánchez Soler en ‘Los Franco S.A’. Un convencimiento en su propia impunidad que no tenía nada de subjetivo: estaba amparado por la ley. “Durante el franquismo, las conductas de tráfico de influencias estaban totalmente aceptadas, e incluso institucionalizadas, en la actuación de las Administraciones Públicas”, asegura en un estudio José Muñoz Lorente, profesor de Derecho Penal de la Universidad Carlos III. En otras palabras: si el tráfico de influencias no era delito, ¿por qué iba a ser algo malo la corrupción? De ese nivel de impunidad hablamos.

 En ‘Los Franco S.A’, Sánchez Soler cifró en medio centenar las empresas y sociedades anónimas «relacionadas, apadrinadas o presididas» por los miembros de la familia Franco. Según sus cálculos, el capital social escriturado del holding de la corte de El Pardo superaba los 100.000 millones de pesetas a la muerte del dictador. Al cambio actual y teniendo en cuenta la inflación estaríamos hablando de 6.815 millones de euros.

 Buena parte de ese dinero fue conseguido gracias a la corrupción; es decir, con esa mezcla de tráfico de influencias, amiguismo y mordidas que acaba en malversación de caudales públicos. ¿Diferencias con la corrupción actual? Lo que ahora se hace en secreto para que no te pille un juez, antes se hacía a pecho descubierto. No es poca diferencia.

‘Los Franco S.A.’

Se ha escrito mucho en los últimos tiempos sobre las puertas giratorias de la democracia. O cómo los ex ministros se apoltronan en los consejos de administración de las grandes empresas del IBEX35. Una práctica tan cuestionable como poco novedosa: las puertas giratorias giraban a tal velocidad durante el franquismo que era casi imposible diferenciar servicio público de intereses privados.

 El mito del tardofranquismo habla de un régimen regenerado a golpe de tecnocracia en los años sesenta, imagen idílica que casa mal con los demoledores datos sobre puertas giratorias aportados por Amando de Miguel en ‘Sociología del franquismo’ (1975). Entre 1961 y 1974, el 77% de los ministros y antiguos ministros del franquismo ocuparon cargos en los consejos de administración de las grandes empresas públicas y privadas: de los 83 ministros vivos, 64 habían pasado por la puerta giratoria; algunos de ellos, ¡tachán!, siendo todavía ministros (¿Quién dijo Ley de Incompatibilidades?).

 “En el capital financiero español del franquismo, el aparato del Estado, la empresa privada y la pública constituían los vértices del mismo poder, sin fisuras, tan unidos como la Iglesia y el Estado… Como una mancha de aceite, la familia Franco llevó su poder intervencionista a todas las estancias del mundo financiero español. Las ‘doscientas familias’ que dominaron la economía española supieron sentar en sus consejos de administración a ministros, altos cargos del Movimiento, falangistas de la primera hora y adeptos al caudillaje personal del general Franco”, concluía Sánchez Soler en ‘Los Franco S.A.’.

El hermanísimo

Otro de los grandes mitos de la época es que los verdaderos corruptos del régimen no fueron los Franco, sino los Martínez-Bordiú, o cómo la familia política del Caudillo mangoneó todo lo que pudo ante la impotencia del dictador. “No es que Franco hiciera la vista gorda a los negocios de sus familiares, que la hacía, es que maniobró para impedir que algunos de ellos fueran investigados y juzgados, lo que da idea de su conocimiento de los negocios del clan”, razona Sánchez Soler.

 Son tantos los trapicheos de los Franco durante la dictadura que no es fácil resumirlos en un artículo, pero ahí van unos cuantos que basculan entre lo fino y lo grueso. La corte de los milagros.

 Acabada la Guerra Civil, Pilar Franco, hermana del dictador, era una simple pensionista que ganaba 38 duros mensuales en concepto de viudedad, lo que no fue óbice para que en dos décadas lograra comprar una “residencia valorada en doce millones de pesetas; un piso para cada uno de sus diez hijos, una ‘finquita’ en Coruña y ‘algunos títulos’ en acciones bursátiles”, según enumera Sánchez Soler en ‘Los Franco S.A’. ¿Ejemplo de la buena suerte en los negocios de doña Pilar? En 1957, su apoderado y ahijado le habló de la existencia de una fantasmagórica y enorme finca madrileña que podía ser inscrita a su nombre. Y lo hicieron. La finca, situada en la calle Antonio Casero y con 200.000 metros cuadrados, era en realidad propiedad del Banco Central, de Dragados y Construcciones y de varios particulares, detalle sin importancia, por lo visto, para los familiares del Caudillo. El escándalo fue tan gordo que acabó en los tribunales. ¿El resultado? Pilar Franco acabó siendo indemnizada millonariamente por el Estado franquista por la expropiación del terreno. Superen eso. 

El hermano del dictador, Nicolás Franco, estaba en varios consejos de administración; incluido el de Refinerías de Aceites y Grasas (REACE), que en los últimos años del franquismo se vio envuelto en “uno de los principales hitos criminales de la historia judicial española”, el caso REACE, o la misteriosa desaparición de 4 millones de litros de aceite de oliva de la oficialista Comisaría de Abastecimientos y Transportes depositados en los tanques de REACE.

 Aunque el caso fue juzgado en 1974, el ‘hermanísimo’ se libró de pisar los tribunales, no así sus socios en REACE, algunos de los cuales murieron en circunstancias sospechosas durante el proceso. “Nicolás Franco apenas fue molestado durante las cuatro jornadas de juicio. Los intentos del abogado José María Gil-Robles, antiguo dirigente del derechista CEDA y viejo conocido del Caudillo, resultaron inútiles. Cada vez que trataba de llevar a declarar al hermano de Franco, el presidente del Tribunal cortaba de cuajo cualquier alusión a su nombre, cualquier referencia a tan ilustre apellido”, escribe Sánchez Soler.

 Nicolás Franco recurrió a una “treta” tan “grotesca” como clásica para no comparecer en los juzgados: hacerse el enfermo/amnésico. Gil-Roblés llegó a mostrar al tribunal una foto del ‘Hola’ de esa semana en la que aparecía el amnésico… de parranda y en aparente plenitud de facultades. “Afortunadamente -dijo el letrado-, según prueba documental que adjuntamos, la recuperación de don Nicolás Franco ha sido rápida y ya hace vida ordinaria en el orden social. Si, por nuestra condición de cristianos, la noticia nos llena de gozo, nuestra condición de juristas nos obliga a insistir en su presencia aquí”, alegó un sarcástico Gil-Robles… en vano.

 Nicolás Franco era tan innombrable como intocable, como comprobó en sus propias carnes el banquero Ramón de Rato, padre de Rodrigo Rato. El fundador del Banco de Siero era un hombre muy bien relacionado con el Régimen, aunque no tanto como para lograr que la familia del Caudillo pagara sus deudas: en 1967 ejecutó un crédito de 4,8 millones de pesetas a Nicolás Franco, cuyos bienes fueron embargados. Poco después fue el Banco de Siero el que fue embargado, con Ramón de Rato detenido por evasión fiscal.

Atentos a la resolución del asunto narrada en ‘Los Franco S.A’: “No tardó en comprender Ramón de Rato que procesar a Nicolás Franco por el impago de una letra había sido el mayor error de su vida. Y se dio por vencido; retiró la denuncia y envió la susodicha letra a Nicolás Franco, junto a una carta de disculpa en la que le indicaba que pagara la letra cuando y como quisiera. La respuesta de Nicolás fue contundente: ‘Todos los españoles deben a mi familia gratitud. No pagaré la letra ni ahora ni nunca. Al hermano del Caudillo de España no se le molesta por cuatro millones ochocientas mil miserables pesetas’”. Amén.

El yernísimo

Cristóbal Martínez-BordiúMarqués de Villaverde, se casó con la única hija de Franco (María del Carmen Franco y Polo) en 1950. A Martínez-Bordiú no le fue precisamente mal con su matrimonio. En las siguientes tres décadas, formó parte de los consejos de administración de 17 empresas cuyos capitales sociales, según Sánchez Soler, sumaban más de cuatro mil millones de pesetas. “Todas las sociedades anónimas que contaron con la presencia del marqués vieron crecer sus capitales y ganancias”, escribe el periodista.

 Aunque los negocios le iban viento en popa, Cristóbal, popularmente conocido como ‘el yernísimo’, no descuidó su profesión de médico, hasta el punto de cobrar más de dos millones de pesetas mensuales como galeno durante 25 años, un sueldo superior al que recibía su suegro como jefe del Estado. ¿Cómo era posible? Muy sencillo: Martínez-Bordiú llegó a ocupar ocho altos cargos médicos simultáneamente, en lo que podría pasar por un chiste de ‘La escopeta nacional’, de no ser porque es cierto.’Villaverde’

Para hacernos una idea del nivel de penetración empresarial de la familia Franco bastaría con analizar el caso de Construcciones y Contratas (CC), fundada por el ingeniero alemán Ernesto Koplowitz, que en 1962 murió en un accidente sin testamento y con hijos sin reconocer. La familia Franco jugó un papel clave en la lucha por su fortuna -dos mil millones de pesetas-, con Cristóbal Martínez-Bordiú colocado en el consejo de administración, desde donde ayudó a “cimentar la fortuna de las niñas Esther y Alicia [Koplowitz]”, como cuenta Sánchez Soler en ‘Los Franco S.A’., donde califica a CC de “juguete en manos del clan de El Pardo”.

 El nivel de impunidad, no obstante, se mide a veces mejor en la micro trama costumbrista que en la macro trama empresarial. Mariola Martínez Bordiú, una de las hijas del matrimonio entre Cristóbal y María del Carmen, se casó en la capilla de El Pardo en 1974. Nueve años después, al salir a la luz las deudas de Viajes Marsans, dependiente del Instituto Nacional de Industria (INI), se supo que fue el Estado y no Mariola quien pagó las 700.000 pesetas que costó su viajes de bodas. Y eso que Mariola ha pasado a la historia como la nieta tímida y discreta del Generalísimo.

La vidorra fácil

“Lo que no cuenta el mito del desarrollismo es que el franquismo sobrevivió esos años gracias a la corrupción, al reparto entre los suyos del dinero generado por el boom económico. No es que la corrupción fuera importante durante el franquismo, es que la corrupción salvó al franquismo en muchos momentos”, cuenta Sánchez Soler a este periódico.

El historiador y periodista Ramón Garriga, autor de ‘La saga de los Franco’, lo explicó así: “Franco cultivaba la corrupción como norma política, partiendo del principio de que quienes colaboraban con el Régimen serían fieles mientras los asuntos del bolsillo marcharan viento en popa”.

 “No queremos la vida fácil y cómoda; queremos la vida dura, la vida difícil, la vida de los pueblos viriles”, exclamó Franco el 17 de julio de 1939. Ahora sustituyan vida dura por vidorra fácil y tendrán una idea más ajustada a la realidad de lo que fue el franquismo para el clan Franco. Austeridad, el musical.”

Ángel Viñas: «Franco robó lo suyo, una fortuna de 388 millones de euros en 1940»

Artículo de Henrique Mariño para eldiario.es https://www.publico.es/politica/angel-vinas-franco-robo-suyo-fortuna-388-millones-euros-1940.html?utm_source=whatsapp&utm_medium=social&utm_campaign=web

HENRIQUE MARIÑO@SOLUCIONSALINA

Ángel Viñas (Madrid, 1941) mira hacia atrás en La forja de un historiador (Crítica), las memorias de un economista que terminó escribiendo y haciendo historia gracias a una circunstancia accidental: trabajar, en un momento determinado de su vida, en la embajada española en Bonn.

En su nuevo libro, investiga sobre su propia persona y, para ello, explica el método de trabajo que lo ha llevado a profundizar sobre el oro de Moscú, los pactos de la dictadura con Estados Unidos o la fortuna acumulada por Franco tras la guerra civil, por citar tres asuntos que analiza en esta entrevista.

Los frutos de esas pesquisas fueron Oro, guerra, diplomacia. La República española en tiempos de StalinEn las garras del águila y La otra cara del Caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco, todos publicados por Crítica, que ahora brinda al catedrático emérito de la Universidad Complutense la oportunidad de contarse a sí mismo.

Usted era un economista que se metió a historiador gracias a otro economista, Enrique Fuentes Quintana.

Yo trabajaba en el Fondo Monetario Internacional en Washington, pero no me gustaba y asumí una plaza de consejero comercial en la embajada en Bonn, donde era el último mono. Fuentes Quintana, presidente del Instituto de Estudios Fiscales, me encargó un estudio sobre las relaciones económicas hispano-alemanas y, cuando se lo entregué, le encantó.

Sin embargo, yo le dije que era una chorrada. Entonces le propuse investigar por qué Hitler había entrado en la guerra civil a favor de Franco. Ahí empezó todo. Luego, me dijo: «Tengo otro encargo para usted: el oro de Moscú».

¡Con un gran mito del franquismo hemos topado!

Al principio no tenía ni idea, pero en los archivos del Banco de España descubro que no solo es el oro de Moscú, sino también el oro de París, del que nadie había dicho ni una palabra. Luego, accedo al dosier Negrín y hago un estudio técnico contable del oro de Moscú.

Sostiene que no fue una decisión suya, sino del Consejo de Ministros de la República, que dio su autorización al presidente Francisco Largo Caballero y al ministro de Hacienda, Juan Negrín. ¿Cómo desmontó el mito?

El oro de Moscú es un mito que la dictadura había mantenido desde la guerra civil, aunque se viene abajo estudiando los papeles que Negrín legó a su muerte, en 1956, al Gobierno de Franco. El régimen lanzó las campanas al vuelo y se refirió exclusivamente al acta de depósito del oro en Moscú.

Sin embargo, silenció todos los demás documentos y montó un pollo para su consumo interno, porque la amenaza de recurrir ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya fue una mentira podrida [entre otras razones, como ha recordado en ocasiones Ángel Viñas, porque en 1939 «el ministro de Asuntos Exteriores dirigió una carta al Secretariado de la Sociedad de Naciones para denunciar la adhesión de España al Acta general para el arreglo pacífico de las controversias internacionales»].

¿Pero qué había de verdad y mentira?

Todo era mentira. La única verdad es que la República depositó aproximadamente el 75% de las reservas de oro del Banco de España en Moscú y que, al cabo de un recuento que se hizo con mucha celeridad, se estableció el acta de recepción.

Inmediatamente, el Gobierno republicano empezó a girar órdenes de pago contra el valor del oro, hasta que se agotó el depósito. Aunque se compraron armas, se ha silenciado que la mayor parte del depósito se dedicó a obtener divisas para financiar las importaciones necesarias para el sustento de la población.

Otro mito franquista: «La guerra era inevitable». Y una realidad: pudo durar menos.

El franquismo ha sostenido que la guerra era inevitable para prevenir la sovietización de España. Es el mayor mito de toda la historia de España. La guerra no fue inevitable, sino que se quiso. ¿Y quién la quiso? Una combinación de monárquicos —alfonsinos y carlistas— y un sector del Ejército debidamente intoxicado, con la ayuda de Mussolini, no de Hitler.

Le comentaba que usted ha planteado varias circunstancias que alargaron la guerra, desde la falta de visión estratégica y la impericia de Franco para dirigir grandes unidades —por ejemplo, cómo influyó la liberación del Alcázar de Toledo en la toma de Madrid— hasta el rechazo a la propuesta del teniente coronel Juan Yagüe de avanzar desde Lleida hasta Barcelona. Al final, prefirió las naranjas valencianas.

Entre las opciones de Franco, una era ir contra Barcelona, como quería Yagüe, quien había percibido que el Gobierno de la República estaba cayéndose y su mando militar, en el caos. Era el comienzo del colapso. Sin embargo, Franco dilata la decisión sobre el avance de sus tropas y al final se inclina por Valencia, que no lograron tomar [hasta meses después].

Con su decisión de alargar la guerra, Franco pretendía afianzar su liderazgo, pero ¿no tuvo también la intención de castigar al bando republicano, tanto al Ejército como a la población sometida?

Franco nunca tuvo interés en hacer una guerra rápida para que, al terminarla, los monárquicos le disputaran el poder. Una vez que alcanzó la máxima cumbre en 1936, no quiso apearse de ella. [El castigo al bando republicano] era la consecuencia lógica. Para él todos los republicanos son comunistas, anarquistas, socialistas, malhechores y malos españoles, por lo que hay que castigarlos debidamente.

¿Y así se desarmó, literal y metafóricamente, a la izquierda española?

La izquierda española se ve privada de sus cuadros dirigentes intermedios porque no pueden huir tras el golpe del coronel republicano Segismundo Casado, que precipita un final desastroso para la República. Todos los planes de Negrín para evacuar a esos cuadros se vienen abajo, porque Casado ni los conoce, ni sabe cómo hacerlo. Es la última traición a la República.

Si el fantasma del comunismo que agitaba Franco no era tal, ¿cuáles eran las verdaderas amenazas?

Es muy simple: los monárquicos querían restablecer la monarquía, debidamente fascistizada, porque tenían el apoyo de la Italia de Mussolini. En realidad, el fascismo español se forja en la guerra. Antes del 17 de julio de 1936, Falange eran cuatro gatos, aunque habían crecido en la primavera.

Reino Unido no intervino en la guerra y hasta sobornó a generales franquistas para que España fuese neutral durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Abandono o traición?

El Reino Unido tenía intereses políticos, geoestratégicos y económicos en España. Hablar de traiciones de Estado es muy complicado, porque Londres defendió sus intereses tal y como el Gobierno de la época, que era muy conservador, los entendía. Ahora bien, eso provocó que Reino Unido fuese el genio malo de la República. Porque la dejó abandonada a su suerte y consiguió, a duras penas, que Francia lo siguiera.

¿Considera a Franco un cambiachaquetas: de Berlín y Roma a Washington?

¡Pues claro que era un cambiachaquetas! El único interés de Franco es mantenerse en el poder. Cambia de chaqueta y se queda tan pancho, aunque no lo hace de manera inmediata. Porque, en primer lugar, Franco no es un imbécil. Y en segundo lugar, está asesorado por personas que tampoco lo son. Serán de ultraderecha, pero no idiotas.

¿Qué tendría que haber pasado para que los republicanos ganaran la guerra?

Los republicanos no podían ganar la guerra porque todos los astros del cielo se habían conjurado en contra de ellos en septiembre de 1936. Y eso lo vio Azaña…

¿Entiende la conspiración contra la República como una involución eterna de una España que históricamente rechazaba el progreso?

Hay un sector de la sociedad española que ha rechazado el progreso desde principios del siglo XIX. Sin embargo, España no es una excepción en Europa, porque la ultraderecha y las amenazas de involución se dan en Francia, en Italia, en algunos países del Este y ahora quizás también lo estamos viendo en Portugal.

¿Cómo analiza el repunte ultraderechista en España, concretamente entre los más jóvenes?

La juventud es materialmente influenciable. Los métodos son diversos, pero en todas las épocas los jóvenes han sido influidos por factores que dejan un poco incólumes a los mayores. En este caso, internet, la tecnologización de las comunicaciones y la proliferación de los bulos son un factor determinante, además de la rebeldía propia de los jóvenes, que puede ser canalizada de diversas formas.

Pasó en los años treinta, no solo en España, sino también en Italia, Francia o Alemania. ​​Es normal, sobre todo cuando el sistema no responde rápida y eficazmente a las expectativas de esa masa juvenil. Y aquí, en un país con una tasa de paro brutal y donde la vida se ha encarecido tanto, hay mucha gente que es influenciable en un sentido o en otro, también en el sentido de la rebeldía.

Ángel Viñas recuerda el origen de la fortuna de Franco en 'La forja de un historiador'.
Ángel Viñas recuerda el origen de la fortuna de Franco en ‘La forja de un historiador’.  Crítica

No sé si catalogarlo como un mito, pero en el bachillerato no estudiamos la guerra civil ni el franquismo, porque nunca llegábamos al final del libro de Historia.

¡Claro! Y a tenor del PP no lo estudiarían jamás o lo enseñarían de una manera sesgada. ¿Por qué cree usted que hay una oposición tan brutal a la Ley de Memoria Histórica y ahora a la Ley de Memoria Democrática? Explicar la historia no es adoctrinar. Si yo me dedico a estudiar el pasado, francamente no tengo tiempo para mediar en las querellas del presente.

Las fosas, ¿algo inédito a nivel mundial?

Por supuesto. La dictadura tuvo cuarenta años para festejar a sus muertos, sobre todo los de Paracuellos. ¿Cuándo se ha empezado a recuperar la memoria de las víctimas de la represión franquista? Porque las víctimas de la represión republicana, que la hubo, han sido honradas y el Gobierno franquista concedió a sus descendientes las compensaciones naturales.

«Rouba, mas faz», dicen en Brasil respecto a los políticos. ¿Franco robó, pero hizo cosas?

Franco no hizo mucho hasta 1959, gracias a una apertura limitada de la economía que le permitió montarse en el ciclo expansivo de las economías europeas y norteamericanas. Franco, como comento en La forja de un historiador, tenía unas ideas económicas de coña. Javier Tusell la describió como «economía cuartelera». Es decir, no sabía más que de la economía del cuartel.

Eso se reflejó en la legislación autarquizante, que mantuvo contra viento y marea prácticamente hasta 1957, cuando llegaron nuevas generaciones al poder, sobre todo del Opus Dei, que vieron que ese no era el camino correcto.

Pero lo que precipitó una decisión que ya venía cuajándose en ciertos sectores de la Administración, al menos desde 1951, fue que España se quedaba en una situación de impago total. No había divisas para hacer frente a las importaciones previsibles durante los próximos cuatro años.

​​Ante esa situación de impasse, a Franco se le arrancó como una muela sangrante el sí a la apertura, lo que permitió a España engancharse con el ciclo expansivo de la Europa occidental. Luego vinieron las remesas de los emigrantes, las inversiones de capital, el turismo…

Y, volviendo al dicho brasileño, ¿Franco robó?

Hombre, Franco robó lo suyo, pero sobre todo permitió que la élite del régimen robase todo lo que pudo. En 1940, Franco tenía una fortuna equivalente a unos 388 millones de euros. No está mal…

[Ángel Viñas alude en La forja de un historiador a los orígenes de la fortuna de Franco, entre ellos la venta de seiscientas toneladas de café donadas por el dictador Getúlio Vargas al pueblo español. La procedencia del dinero y sus inversiones —en una «propiedad rústica en los alrededores de Madrid», por ejemplo— ya figuraban en el último capítulo de su libro La otra cara del Caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco (Crítica), titulado Franco se hace millonario en la guerra y en la posguerra de la represión.

En La forja de un historiador, redondea al alza la cifra que ofrece en esta entrevista y en La otra cara del Caudillo, unos 34 millones de pesetas de la época. «Naturalmente, el comportamiento financiero de Franco en aquella época fundacional —que alcanzó una fortuna en 1940 equivalente a unos cuatrocientos millones de euros, utilizando los coeficientes de conversión popularizados por el profesor y banquero José Ángel Sánchez Asiaín— era comparable, aunque a escala mucho más modesta, al de su secreto modelo: un tal Adolf Hitler», escribe Ángel Viñas]

Después de tantos libros, se ha propuesto hacer memoria.

Quería describir cómo trabajo y cómo he aplicado ese método, que he ido refinando a lo largo del tiempo, desde mi primer libro: La Alemania nazi y el 18 de julio.

¿Qué requisitos son necesarios para ser un buen historiador?

En mi caso, la curiosidad. Nunca he publicado un libro de historia general. Podía haber escrito uno sobre la dictadura franquista, por ejemplo, aunque me he negado porque soy muy curioso y me gusta descubrir vetas que nadie ha descubierto o no ha terminado de descubrir.

[Ángel Viñas cita durante la charla al historiador británico Martin Conway: «A él le aconsejó Richard Cobb, su director de tesis pero que no sabía nada del asunto que en ella se trataba, le dijo que se pegara a los documentos de archivo y que les siguiera adónde le llevaran. Luego, que escribiera. Me alegro mucho de, sin conocer tal experiencia, haberla aplicado al pie de la letra diez o doce años antes», escribe en La forja de un historiador].

Eso es lo que hice yo en 1971: «¡A los documentos!». La curiosidad es fundamental para el historiador, aunque también los conocimientos técnicos. Entonces, yo no los tenía en materia de historia, sino que los he ido adquiriendo después, en mi trabajo sobre el pasado. Naturalmente, ya tengo una cierta filosofía de la historia, pero eso ha salido de una manera empírica, escribiendo historia. El historiador no nace, se hace.

Antonia Benítez Luque, la andaluza que luchó contra los nazis.

Extraído del escritor almeriense Pepe Sedano  Moreno: ANTONIA BENÍTEZ LUQUE, LA ANDALUZA de La Carolina (Jaén ), QUE PARTICIPÓ EN LA RESISTENCIA ANTIFASCISTA CONTRA LOS NAZIS. Podéis conseguir sus libros en esta dirección https://editorialcirculorojo.com/autores/pepe-sedano-moreno/ o bien contactando con él directamente en Facebook https://www.facebook.com/sedano.moreno

Comandante de la Legión de Honor francesa. Desconocida y ninguneada en su tierra.

María Antonia nació en el pueblo de La Carolina, Jaén, un 25 de febrero de 1921. Hija de un minero de Navas de Tolosa, aun siendo joven, su familia se traslada a Madrid, donde nacerán el resto de sus hermanos y hermanas, hasta llegar a ser una prole de 9 hijos e hijas. Cuando María cuenta con 12 años, abandona el colegio para ponerse a cuidar a los niños y niñas de los señoritos. Hacía falta dinero para alimentar a sus hermanos y hermanas, y cualquier dinero que entrara en el hogar, era bienvenido.

Solo tres años después, estalla la Guerra Civil. A pesar de vivir en una familia sin una clara convicción política ni militante, su casa se ve envuelta de lleno en el conflicto, al encontrarse en una de las zonas de Madrid donde la guerra es más cruenta. Así pues, se trasladan a San Fernando de Henares, donde su madre comienza a trabajar para el Ejército, dentro de una sección de las Brigadas Internacionales. Algunas veces, María la acompaña, y es así como conoce a René Chapelle, un brigadista internacional francés, con quien se casará en 1938.

Al poco tiempo de estar casados, René tiene que volver a Francia, a Ponts-et-Marais, en la costa de Normandía, de donde es, y María marcha con él. La tranquilidad en la costa normanda dura poco, pues el avance de los nazis está ya a la vuelta de la esquina.

Con las tropas nazis ya ocupando Normandía, la pareja se une a la Resistencia francesa. Él pasa a llamarse Pepe y se dedica a arreglar bicicletas para los nazis y así servir de espía en la zona ocupada. María toma el nombre de Teresa y un papel fundamental en la resistencia en el norte de Francia, pues será el enlace que llevará la información recogida en la zona, así como cargamentos de explosivos que guarda con cuidado en una carreta tirada por su bicicleta.

Y así, durante varios años, María pasa desapercibida, hasta que las cosas en la zona normanda se ponen feas para la Resistencia. La jienense pasa a una zona más segura y se dirige a París. Allí, es interceptada por la Gestapo, comenzando un periplo por varias cárceles y comisarías, hasta que, después de sufrir agresiones y violencias, se descubre su verdadero nombre y procedencia.

Tras esto, María es deportada a Alemania el 14 de junio de 1944. Allí pasará por varios campos de concentración nazis: a Sarrebrück y al campo de concentración exclusivamente de mujeres de Ravensbrück, donde Siemens empleaba a prisioneras de trabajo esclavo para realizar experimentos médicos. Por último, la joven es enviada a realizar trabajos forzados en Leipzig. Allí, los nazis la obligaron a trabajar en las cadenas de montaje del armamento militar. María intentaba sabotear continuamente las piezas hasta que alguien la denunció. Fue enviada de nuevo a un calabozo, a una celda de aislamiento, donde fue encadenada a una cama hasta su liberación el 25 de mayo de 1945.

Una vez en París, René y María vuelven a reencontrarse. Y es allí donde también descubre que había sufrido una castración forzosa por parte de los nazis. Debido a una dolencia que tenía en una pierna, durante su estancia en Ravensbrück, María había sido sometida a una operación. La mujer no sabía a ciencia cierta qué le habían hecho, hasta que los médicos parisinos, después de varias revisiones, le informaron de la fatalidad: no podría tener hijos.

Murió con 92 años. Ya apenas veía ni oía, aunque la memoria seguía intacta. “Soy española pero lo hice por Francia… aún tengo coraje, lo haría de nuevo sin dudar”.

Han sido muchos los homenajes que María Antonia ha tenido en Francia, debido a su participación en la Resistencia, y su lucha constante contra el fascismo. Fue reconocida como Comandante de la Legión de Honor francesa. A pesar de todo ello, María Antonia, es una total desconocida en nuestra tierra, así como muchos y muchas de las andaluzas que han participado en las resistencias antifascistas del mundo.

FUENTE: OUTSIDERS.ESP https://twitter.com/outsidersesp/status/1759691801890279647

y LA PODERÍO. Feminismo andaluz: https://lapoderio.com/2020/02/11/maria-antonia-benitez/

Localizan los primeros restos humanos en la fosa 548 del cementerio de San Eufrasio

Fuente: Virgilio Moreno Valenzuela (Radio Jaén Cadena ser) https://cadenaser.com/andalucia/2024/02/06/localizan-los-primeros-restos-humanos-en-la-fosa-548-del-cementerio-de-san-eufrasio-hasta-ahora-han-aparecido-entre-10-15-individuos-radio-jaen/?fbclid=IwAR0SVU1IXoXXTCooGBPMmRpseeojpMEdXz17wd21YYNXOKhYoTcurbHCojI

Los trabajos de exhumación de fosas en el cementerio de San Eufrasio, en Jaén capital, ya han dado sus primeros resultados. Según ha confirmado este mediodía en el programa ‘Hoy por Hoy Jaén el subdirector del Instituto de Arqueología Ibérica de la UJA, Juan Pedro Bellón, los investigadores y arqueólogos han localizado los primeros restos humanos en la que sería la fosa 548: «Hasta ahora han aparecido entre 10-15 individuos».

La tarea principal en estos primeros días consistiría, según Bellón, en delimitar esta fosa a la que ya apuntaban las fuentes orales, en la que se estima hay más de 170 represaliados del franquismo enterrados. «Llevamos pocos días con los trabajos, unos 15-20, y los hemos dedicado a delimitar esta nueva fosa. En principio sí, hemos dado con esta fosa 548, porque hemos realizado la excavación en esta zona donde tradicionalmente se ubicaba la fosa, en un rincón del cementerio de San Eufrasio donde nos indicaban que estaba muchas fuentes orales. Era como una zona de respeto y efectivamente en esa zona hemos verificado la existencia de muchísimos restos óseos y humanos y suele ser el preludio de lo que habrá debajo, en otras capas», ha explicado Bellón a la SER.

Restos de un cráneo en la fosa 548 del cementerio de San Eufrasio de Jaén. / Instituto de Arqueología Ibérica de la UJA

El georradar había ofrecido información poco precisa, quizás por la profundidad del enterramiento, ya que la fosa estaría a casi tres metros y medio del suelo en unas condiciones que reflejan, según el arqueólogo, «la intención de ocultar lo que allí había». «Parece que la tierra va a tapar la memoria de la gente que hay debajo», añade.

Los trabajos actuales, que se han iniciado tras varios meses de retraso por los permisos de las administraciones, han consistido en acondicionar la zona para seguir haciendo la excavación, delimitar y comprobar la dimensión de la fosa para abrir la puerta a una segunda fase. «Nos quedamos solo en la superficie y no exhumamos, ya que este es un proceso que tiene lugar en la segunda fase y por individuos, con un protocolo que lo marca la ONU, como si fuera un proceso judicial, para individualizar la víctima. Después hay que ver el estado del cuerpo en sí, si hay evidencia de violencia, extraer muestras de ADN y cotejarlo con el banco de datos de descendientes que reclaman la memoria de sus antepasados…, es un proceso muy minucioso», añade Bellón.

Descendientes acercándose a la zona

La vuelta de los trabajos al cementerio de San Eufrasio han conllevado también el regreso de algunos descendientes de estos represaliados que deseosos de conocer nuevas noticias se han acercado a la zona. Una información que tendrá que esperar a que se siga trabajando en los próximos meses con una mayor financiación: «Ahora lo que necesitamos es dinero para comenzar el proceso de exhumación, una apuesta de las instituciones implicadas en esto: Gobierno, Junta y Ayuntamiento. Cada una debe poner su parte para iniciar el proceso y tenemos que tener el disponible económico para comenzar con seguridad todo el proceso», señala.

Para la exhumación de los cuerpos se necesita, según los profesionales, instalar un laboratorio, unos depósitos, más personal, antropólogos forenses, arqueólogos y en definitiva, un fondo, para hacer con garantías el trabajo, «que es la fase a la que vamos ahora», añade Bellón.

Después, estaría la fosa 702, en la que hay muchos más represaliados enterrados y que requiere de una inversión «bastante más fuerte», según los expertos.